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13 oct 2006

Maneras de contar una misma realidad

No me he muerto, es sólo que si no fuera porque mi oficina es un primero y no creo que me haga más que partirme una pierna, ya me habría tirado. Antes decía “qué semana de trabajo llevo”, ahora, no se ni cuantos días llevo diciendo que son malos, con lo cual dirá algo simple y que me excuse: tengo mucho trabajo.

Al margen de esto, aunque no tanto, os contaré que he recibido varios mails de gente que me lee, y que yo no conozco ni por comentario. La gente, a través del blog, se hace una idea de cómo eres por lo que escribes, por lo que cuentas de tu vida. Yo no cuento nada que no sea verdad, os lo prometo. Todo puede adornarse, contarse con más seriedad o con más sorna, pero es todo cierto. Pero creo que, aún así, la idea de mi persona no puede hacérsela nadie hasta que me conozca, porque creo que en el blog no llevo una línea llamémosla “editorial”. Cada vez escribo de cosas diferentes, no tengo posts en mente ni mucho menos post escritos pendientes de publicar. Cuando tengo algo curioso o interesante, me siento, abro un Word y escribo. No suelo premeditarlo y a menudo pido ideas y temas porque se me acaba la inspiración ( y la espiración, también). Tampoco suelo repasar lo que escribo, motivo por el cual se me cuelan letras, me faltan acentos y esas cosas. Perdón.

Lo que vengo a decir con esto es que es muy fácil hacerse una idea de alguien, errónea, si se atiende sólo a lo que escribe en un blog bastante improvisado. Revisando un poco atrás puedo dar una imagen que, hechos constatados, no es la real ni se acerca. Y eso tiene que ver no sólo con los temas sobre los que escribas, sino con la forma y el estilo. Para poner un ejemplo práctico voy a hacer un resumen de mi vida a día de hoy, en unas líneas, para que veáis que la realidad tiene muchas maneras de ser vista, de ser contada, y que, recuperando el post de un amigo ( edu), cada uno cuenta su película según quiere o le interesa, y eso, a veces ayuda y muchas, la mayoría: perjudica.

Manera 1. La chupiguay.

Eva Luna. 25 años, reside en Madrid en una zona media, cercana al centro pero sin la delincuencia y escándalos habituales en éste. Trabaja en el centro, como ejecutiva de cuentas en una agencia de publicidad de tamaño medio, agencias que suelen ser más adecuadas que las grandes porque tratan al personal como es: persona, no como un número de extensión pegado a un teclado. Para el tiempo que lleva trabajando en la empresa, está bastante bien considerada, le encargan trabajos de responsabilidad y delegan en ella asuntos relevantes. Eso le hace sentirse, al menos, valorada en su puesto. El trabajo le deja el tiempo libre justo para intentar ver a sus amigos, que gracias a los esfuerzos del día a día, son buenos y cada vez más numerosos. Los fines de semana trabaja en salas de moda como bailarina, lo que le proporciona una dosis de diversión y glamour a la par que el odio de cientos de chicas que les gustaría estar donde ella: bailando y cobrando. Este trabajo, no obstante, le permite asistir a cenas y reuniones con los amigos, para contarse el devenir de sus vidas.
Además de esto, Eva Luna mantiene una relación estable con su novio, desde hace casi 3 años, y aunque de momento no viven juntos, es la meta a conseguir de aquí a unos años si la cosa sigue igual de estable y feliz.
Las aficiones de Eva Luna son varias: el baile, el cine, el arte, Internet, mantener vivas sus amistades y tratar de ser feliz. A todo ello trata de dedicarle un tiempo que siempre va ajustado, porque ella vive en Madrid, donde se pierde mucho tiempo en traslados.
Pese a todo, se puede decir que su vida es casi plena, y ella, bastante feliz.

Manera 2. La Otra (como telemadrid)

Eva Luna. 25 años, reside en Vallecas, zona antaño degradada pero bastante decente a día de hoy, barrio tranquilo y cercano al centro, pero sin grandes lujos ni aspiraciones. Tarda entre 30 y 45 minutos en llegar al trabajo, en el centro, para ello hace uso y disfrute de metro o tren o autobús, siempre combinados entre sí. Apretujones, prisas, tacones que pierden la tapa, son constantes en su día a día. Trabaja en una agencia de publicidad desde hace poco tiempo, donde han observado que es espabilada y, donde pese a ser la última mona, la explotan hasta horas indecentes, haciendo más horas que un sereno que, por supuesto, no son ni remuneradas ni recompensadas con días libres. Este trabajo negrero la deja bastante agotada de cabeza a pies, por lo que su anterior afición de ir al gimnasio se presenta ahora como una opción lejana y desconocida. Los malos horarios la obligan a deshacer citas con amigos, con la pareja, con la familia, con la misma sonatina de siempre: es que me han metido un marrón de última hora. Y ella es consciente de lo mal que suena, pero es así, y sabe que la gente tiene un límite de paciencia y que, un día, sus buenos amigos a lo mejor dejan de llamarla y de contar con ella. Los viernes por la tarde se supone que libra, y claro, deja todos los planes para ese día, y de repente varios mensajes la vez se da cuenta de que no le da tiempo a todo, porque además, trabaja las noches del fin de semana. Incansable, hace planes para el cine, exposiciones, cañas, para cenar, todo lo que se pueda antes de irse a bailar, puesto por el que millones de chicas matarían (como en El Diablo viste de Prada), pero que a ella, cada día, harta más. Está harta de no poder disfrutar del sábado entero, de no poder hacer planes de larga duración, de tener que ir peinada, maquillada y con ropas imposibles y tacones infinitos. Y sí, puede dejarlo, pero necesita la pasta. Así de sencillo.
Además de esto, mantiene una relación con un novio con el que lleva casi 3 años, el cual odia que baile, odia que siempre tengan horarios para verse, odia no tener fines de semana como la gente normal, y son cosas que le echa en cara, son cosas por las que discuten. Pese a esto, se llevan bien y ven muy difícil poder vivir juntos en Madrid, aunque no pierden la esperanza (Aguirre…)
Las demás aficiones, lo que se llama Vida Propia, o Tiempo Libre, siempre están en segundo plano, sólo se le dedican horas de vez en cuando, cuando el tiempo lo permite o es festivo y se decide a no trabajar más. Y siempre, todo esto, a costa de dormir menos, de no descansar y de no parar.
Pese a todo esto, ella es feliz. No tiene grandes esperanzas para el futuro, lo ve todo bastante negro en Madrid en temas de vivienda, trabajo, tiempo, vida. Pero no se puede quejar, tiene mucha gente que la quiere, y espera encarecidamente que nunca pierdan su paciencia, infinita siempre.


¿¿Con cuál te quedas??